Si el año pasado tuvimos la suerte de contar con voces del calibre de las de Henry Jenkins, Ghunter Krees y Divina Frau-Meigs, este no iba a ser menos y el elenco de ponentes internacionales lo formaron nada menos que Nicholas C. Burbules, Niall Sclater y Carlos Scolari; además del propio Alejandro Piscitelli: único de los cuatro que repitió presencia con respecto a la primera edición.
También Sara Osuna y Roberto Aparici -directores del #MasterRedesUned y organizadores del evento- conformaron una mesa redonda que sirvió como puesta de largo a nuestro grupo de investigación La célula digital. Junto al profesor de comunicación Agustín García Matilla y al público asistente, los límites entre el escenario y la grada se difuminaron en lo que se convirtió en un ejemplo vivido de esa pedagogía crítica y participativa, basada en la confianza, que propone este grupo de investigación.
Pero centrándonos en la ponencia de Piscitelli, durante su tiempo pudimos asistir a un nuevo despliegue de lo que el año pasado dimos en llamar: “filosofía geeklásica”. Hagamos aquí un paréntesis redundante para apuntar que esto es ya por derecho también un clásico de nuestro seminario. Pero para apuntes el tsunami de ellos con el que nos obsequió el profesor. La charla en esta ocasión llevó por título: “Lectura y aprendizaje en la era de la redes sociales. Analítica cultural y epistemología de las redes sociales”. Una suculenta muestra de novedades tecnófilas filtradas desde la óptica de un bibliófilo (¿o era al revés?) con el barniz de la provocación dado por una serie de cuestiones que incitan replantearse la propia naturaleza del ser humano.
¿Por qué leemos? Es un buen inicio para empezar a pensar en las mutaciones de un cerebro contemporáneo que anda dando saltos entre el papel y la pantalla. En un contexto de relación -con los demás y con la información- en el que las tecnología digitales suponen la disposición de nuevos lenguajes y escenarios; el cerebro continua siendo el interprete de nuestras interacciones simbólicas. La facultad plástica del cerebro está en la base de la lectura del mundo y, probablemente, en la transición del “reading” brain al “surfing” brain podamos encontrar algunas claves de aproximación para entender la forma en que nos relacionamos con la realidad, la forma en que ahora aprendemos.
La capacidad del ser humano para almacenar cantidades ingentes de datos de baja intensidad informativa no es algo tan novedoso como lo es el hecho de que progresivamente se vaya precisando el software destinado a procesar tal aluvión. Hablamos, por supuesto, del Big Data: algoritmos que diseñan el casco minero que se enfunda el cerebro para adentrase en este magma informacional y cuyo foco frontal está destinado a alumbrar en buena medida sus interpretaciones.
¿Podemos, entonces, seguir pensando en una cultura humanista compartimentada de la científica? El advenimiento de una Tercera Cultura en la que la pericia en el manejo del software se torna decisivo, pone en tela de juicio dicha división. Programar o ser programado, he ahí la cuestión.
El prezi de la ponencia está descargable aquí
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