La cultura de la obsolescencia

Nuestro modo de vida está en continua metamorfosis, no hace falta echar la vista atrás y recordar lo que nos han contado nuestros padres o abuelos sobre sus vivencias, basta con que recordemos nuestra niñez y  podremos darnos cuenta de lo mucho que ha cambiado la forma de vida en muy pocos lustros. Nuestra generación post año 70 ha fundamentado su crecimiento como sociedad en una búsqueda del estado del bienestar y una cultura de insaciable consumismo.  Esta forma de vida ha traído un sinfín de beneficios económicos, culturales y sociales, pero sin embargo, ha dejado atrás multitud de costumbres muy arraigadas que tarde o temprano tendremos que pagar. No creo que exista un culpable con nombre y apellido, sino que cada uno de nosotros de forma individual y como conjunto hemos favorecido, y seguimos permitiendo una vorágine de consumo desmedido.

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La sociedad en la que vivimos, esta sociedad que nos hemos ido construyendo poco a poco, no valora la huella ecológica de aquello que tiene y que considera cotidiano. Nunca me consideré un ecologista de pro, sin embargo, he empleado un segundo en mirar a mi alrededor y  me he dado cuenta de que la huella que tiene nuestro paso por el planeta como generación post-70 es infinitamente superior a la generada por la sociedad de 50 años atrás. ¿Seremos capaces de sobrevivir otra generación a este ritmo de excesos?

No considero que en la actualidad paguemos lo que realmente cuestan los bienes que

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consumimos.  No sólo por su coste material, sino por lo que le supone al planeta la pérdida de materias primas insustituibles, la contaminación ocasionada por la necesidad de almacenar residuos no reciclables acentuados por la reducida vida útil de los bienes que adquirimos y por último por los descomunales costes económicos y ecológicos del transporte disimulados en la palabra ‘globalización’. En algún momento hemos permitido que nos parezcan normales ciertas actitudes que nuestros abuelos no comprenderían, como comprar un nuevo equipo electrónico en vez de reparar el anterior, cambiar de teléfono móvil cada 18 meses aunque el actual siga funcionando o simplemente consumir electricidad porque consideramos que estamos pagando su justiprecio.

En muchas ocasiones son las grandes corporaciones las que nos pretenden inducir a un consumo desmedido (obsolescencia programada), pero al fin y al cabo somos seres humanos libres y con capacidad de decisión y es ahora cuando hemos de valorar si nuestra sociedad basada en un consumo desmedido puede prevalecer o si por el contrario debemos volver a los valores tradicionales que nos han permitido llegar hasta nuestros días.

Son muchos los caminos que podemos tomar aprovechando las nuevas tecnologías, por ejemplo; fomentar el tele-trabajo que además de ahorrar tiempo ahorraría millones de toneladas de CO2 en transporte; utilización de multi-conferencias de bajo coste en vez de las ineficientes reuniones presenciales utilizando el avión como medio de transporte; implantación de la domótica como método de gestionar los recursos de forma más sostenible y un sinfín de soluciones que están por aparecer.

El futuro no está ni en las grandes corporaciones ni en los gobiernos, está en nosotros mismos.

Juan Jesús Mínguez Rubio

2 comentarios sobre “La cultura de la obsolescencia

  1. Raúl

    Con los avances en comunicación y en SW de trabajo en grupo, al final dejaremos el avión para el turismo (una costumbre bastante consumidora de recursos, por cierto, aunque según cómo se haga, eficaz en la distribución de riqueza). 🙂

    1. Juanje

      Por supuesto no se puede olvidar el progreso pero yo opino que hay que hacer un consumo mas responsable de los recursos. Las opciones de comunicación avanzadas obviamente ahondarán en una gran mejora de las condiciones tanto de trabajo como medioambientales.

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